EL ARREPENTIMIENTO


La rutina nos está matando. Las discusiones son cada vez más frecuentes. Hoy mismo hemos tenido una de categoría, los gritos se podían oír tres pisos más abajo y los insultos y descalificaciones caían de la mano.Pero he decidido poner fin a esta situación. Reconozco que soy muy visceral, que no aguanto la presione, que me desespero con facilidad y siempre acabo las discusiones con un portazo y calle. Mi mujer bastante tiene con soportarme, y aguantar mis complejos, y llevar con dignidad las tediosas tareas del hogar. Sujeta siempre a los niños, a los trastos domésticos, al cuidado de los abuelos... Y yo mirándome en el ombligo y habiendo de mis tonterías tragedias de salón.Hoy le he dicho cosas terribles: ‘‘cualquier día me voy de casa, te dejo por otra..., Me tienes harto..., Si no fuera por los niños..., Me haces la vida imposible..., Un día tenemos un disgusto...'' y muchas de esas insensibles mentiras amenazantes. Un día..., Como si no fuera ya lo de todos los días...Pero he decidido poner fin a asesta situación. Le he comprado un ramo de flores, y me he acercado a una agencia de viajes para comprar dos pasajes para el caribe. Los niños los dejaremos con los tíos. Serán nuestras primeras vacaciones solos desde hace mucho tiempo...Y cuando estaba en esto, m he despertado en la última estación del metro, Me había quedado dormido. Nadie me ha avisado. He mirado el reloj..., las 14:00, he bajado corriendo del vagón, y he salido pitando en dirección a casa. Sin querer me he dejado el ramo de flores en el asiento contiguo. Es igual, debo llegar rapadamente a casa, antes de que se baya a buscar a los niños.Ya en el portal he tropezado con un joven que abandonaba precipitado el ascensor. Ha salido corriendo sin pedir disculpas.Cuando se ha detenido el ascensor, he cogido aire y recompuesto mi presencia, pero para mi sorpresa he encontrado la puerta de casa abierta. He entrado despacio llamando a mi mujer. Ella no contestaba, sólo se oía un hilo de voz desde el otro lado de la casa. Me he acercado y allí he visto. Tendida en el suelo. Bañada en un charco de sangre. En su pecho, un cuchillo clavado. El dolor se adivinaba en su rostro, y su mirada medio perdida, suplicante me pedía que le arrancara el arma homicida y acabara con su sufrimiento. Como un autómata guiado por su mirada lo he hecho. Y dulcemente, con una leve sonrisa de agradecimiento, la he perdido pera siempre. Pensé, pero rápidamente le apreté muy fuerte la herida para que no se desangrara, llamé una ambulancia y después de que se llevaran a mi esposa llegaron los policías. Yo muy preocupado por mi amada, no podía responder a las preguntas que me hacían. Me preguntaron a ver si había visto a alguien o algo raro antes de encontrar a mi esposa desangrada les dije que había visto un chico que salía del ascensor muy apurado. Me preguntaron que como era, y les conteste, les di todos los detalles del sujeto. Al cabo de unas horas le encontraron y le interrogaron. Él confeso que había sido él, que había intentad robarle, pero que no querían haberle hecho nada. Le encerraron en la cárcel y yo fui a ver a mi esposa al hospital, estaba muy arrepentido de todo lo que le había dicho. Los médicos me dijeron que estaba fuera de peligro y que en unos días saldría.